El 8 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Alfabetización para reflexionar sobre su relevancia en el desarrollo personal y colectivo, y los retos por superar para lograr una educación más equitativa y plural.

El 10 de diciembre de 1948 se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Concebida como un ideal común para todas las naciones, en ella se estipulan los derechos fundamentales para procurar una vida justa, digna y libre para todas las personas. El artículo 26 de este documento reconoce que el derecho a la educación es crucial para disminuir las brechas sociales y de género, combatir la violencia, fomentar la libre expresión y la tolerancia, facilitar la movilidad social y construir un mundo más equitativo y democrático, dado que es un pilar fundamental para el desarrollo de la personalidad y el establecimiento de vínculos entre individuos, pueblos y naciones. 

Si bien existen diversas maneras de preservar y transmitir saberes, la comunicación escrita se ha convertido en el andamiaje principal para la divulgación de conocimiento en el mundo actual, pues es una herramienta efectiva y de gran alcance; no es trivial que el surgimiento de la escritura suela considerarse el punto de partida de la historia de la humanidad, o que la invención de la imprenta haya marcado un hito en el desarrollo cultural de Occidente. 

Los medios escritos facilitan la difusión masiva de un mensaje: desde los hallazgos de una investigación académica, un artículo periodístico, una reseña cultural, hasta los 280 caracteres de un tuit, el alfabeto se replica prácticamente ad infinitum de un lado a otro del planeta, los mensajes saltan de un idioma a otro, construyen puentes entre quien lee y quien escribe. Este tipo de intercambio es, además de eficiente, mucho más directo y puede prescindir de intermediarios que alteren el mensaje —ya sea de manera consciente o inconsciente, inocente o engañosa—, democratizando así el acceso a la información, pues todos tienen las mismas herramientas para conocer lo que se ha dicho y participar de la discusión. 

La escritura funciona entonces como una extensión de la voz, la lectura hace lo mismo con el oído, y en conjunto pueden conformar un archivo histórico que sirve como extensión de la memoria. Los sentidos se complementan para trascender las fronteras que se le imponen a uno u otro, y en un mundo globalizado, tanto la tinta en la página como los pixeles en las pantallas configuran redes de comunicación que no conocen las fronteras espaciotemporales: la voz es efímera, la escritura lo es mucho menos. 

Los caminos hacia el conocimiento

La alfabetización es mucho más que solo la capacidad de reconocer y descifrar signos: es activa, crítica y creativa. A través de ella se pueden construir identidades, generar discursos, entablar diálogos, expresar opiniones, compartir sentires y vivencias, interactuar con el mundo y la gente que nos rodea, intercambiar puntos de vista, explorar nuevas posibilidades, transmitir saberes y forjar comunidades. Opera en el plano personal y el social, en el concreto y en el abstracto, y fluye de forma bidireccional, pues sirve tanto para absorber como para emitir ideas y experiencias. En pocas palabras, el foco de la alfabetización son las personas y su capacidad de comunicarse y aprender. 

Si bien es cierto que el conocimiento no es ni sinónimo ni derivado intrínseco de la alfabetización —el primero ha acompañado al ser humano desde sus orígenes evolutivos, mientras que la escritura se inventó hace apenas cinco mil años—, la alfabetización se ha convertido en un factor primordial en la búsqueda de sociedades más equitativas y democráticas, pues posibilita una interacción en igualdad de condiciones. 

En este mismo afán de construir realidades más plurales y horizontales, los conceptos de “alfabetización” y “analfabetismo” pueden ser relativizados, pues no debemos olvidar que, a partir de un enfoque multicultural, es posible descubrir distintas formas de crear y compartir el conocimiento que pueden resultar muy útiles en diversos contextos. Ningún saber debe ser desdeñado, y la educación necesita erigirse ante todo como facilitadora de herramientas no solo para abrirnos paso dentro de un sistema, sino también para construir el mundo que deseamos habitar. 

El pilar de la educación

La alfabetización se ha establecido como el eje primordial alrededor del cual giran los procesos educativos, pues es una manera versátil y eficiente para mantener el conocimiento fluyendo por todos los rincones del mundo en los que la población sepa leer y escribir. 

En México, el artículo tercero de la Constitución determina que la educación que imparta el Estado debe ser laica y gratuita, así como universal e inclusiva, y debe estar garantizada para todos y todas, sin excepción. Tal es el peso de la alfabetización en los modelos educativos en nuestro país, que la educación básica está dedicada primordialmente a inculcar y reforzar este aprendizaje, pues es el cimiento sobre el cual se construirán la educación media superior y la superior.

La Especialidad de Mediación Pedagógica que ofrece Instituto DIA se enfoca en el Desarrollo Lingüístico, pues en palabras de la Dra. María Ocampo, “el lenguaje es una capacidad innata que se despliega de maneras muy diversas, se manifiesta en el arte, la ciencia y la cultura: es el motor de la conciencia”. 

Además de habilidades en lectoescritura, la alfabetización contempla la enseñanza de conceptos básicos de aritmética. Estas tres herramientas en conjunto conforman un recurso para la autonomía personal, pues a través de ellas cada persona sostiene en sus manos una llave que le permite no solo acceder al conocimiento, sino también generarlo y aplicarlo en el terreno práctico, favoreciendo el crecimiento propio, así como el colectivo. 

La educación contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas, y por ello, es la herramienta más poderosa que poseen los pueblos y las naciones alrededor del mundo para lograr un desarrollo económico, social y cultural. 

Los retos en la actualidad

A partir del Objetivo 4 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la ONU se comprometió a garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad. Un punto clave dentro de este apartado incluía impulsar la educación continua tanto en niños como en jóvenes y adultos; es decir, su área de influencia no se limitaba únicamente a los salones de clases de las escuelas primarias, sino también a distintos espacios para personas adultas que desearan acercarse a la alfabetización. 

Además del papel que juega en el derecho humano a la educación, la alfabetización le brinda herramientas a las personas para autodeterminarse y decidir el estilo de vida que desean llevar. Los avances tecnológicos de las últimas décadas tienen el potencial para ayudarnos a construir sociedades mejor interconectadas, más autoconscientes y en constante intercambio de perspectivas, pero es necesario encaminar nuestros esfuerzos hacia una distribución más homogénea de estos nuevos medios, para que nadie se quede fuera de la conversación. 

Ahora más que nunca hay que reconsiderar, por un lado, los mecanismos de comunicación y divulgación de conocimiento con los que contamos, y cómo asegurar que todo el mundo tenga acceso a ellos, y por otro lado, preguntarnos qué redes estamos tejiendo a nivel comunitario, cómo construimos nuestras identidades y conciencias, y desde dónde nos vinculamos con nuestro entorno y con la naturaleza. La alfabetización es un material sólido con el cual podemos construir y reconstruir los puentes para cerrar las brechas y continuar luchando por un mundo más justo, digno y libre.