La mediación pedagógica tiene como principal motivación activar y energizar los procesos y el potencial de aprendizaje para el desarrollo humano y social. Para ello requerimos de educadores interesados en iniciar un proceso de crecimiento personal y profesional.
El proceso de convertirnos en mediadores es, sin duda, un camino que dura toda la vida. El punto de partida para aprenderlo es modificando las formas de pensar que tenemos acerca de nosotros mismos y de nuestro potencial.
La experiencia no se vuelve conocimiento inmediato, ni el conocimiento se integra en la experiencia en un paso, un instante o de un momento a otro, es, más bien, un proceso y un trabajo acumulativo. Este reto requiere que asumamos un proceso formativo personal e integral a través del cual nos desarrollemos tanto personal como profesionalmente. Es un proceso que nos permite adquirir tanto los conocimientos, la técnica, las herramientas y las capacidades de mediación como las habilidades, mentalidades y actitudes personales que se requieren.
Esto implica transitar por diversas etapas en las que aprendemos a dejar atrás ciertas ideas y formas de ser y hacer, y entramos a territorios nuevos. Asumirnos en un proceso de desarrollo continuo es una de las mentalidades más importantes a trabajar para poder transformarnos.
Los años de práctica nos han permitido sistematizar estos procesos, a partir de los cuales planteamos tres niveles de mediación que dan cuenta tanto de las habilidades personales, capacidades y conocimientos que va adquiriendo y desarrollando el mediador como de su proceso de autoconocimiento.
En la medida en que el educador desarrolla sus capacidades y adquiere herramientas y estrategias de mediación, va transformando sus interacciones en el salón de clases (o en su espacio educativo), modificando el clima y la calidad del aprendizaje, sus formas de relacionarse e interactuar con los educandos. Así logra transitar de un salón pasivo a un salón participativo con múltiples formas de interacción y formas de aprendizaje: dialógica, reflexiva, creativa y generativa. Y, más allá del espacio educativo, los educadores van integrando la mediación como forma de vida.
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Tres niveles de mediación, un proceso gradual
Adquirir las habilidades fundamentales para escuchar, comprender y guiar los procesos de pensamiento y socioafectivos de los participantes es un reto.
El modelo que hemos desarrollado es gradual y toma en cuenta que el camino del docente o educador va adquiriendo los conocimientos, las herramientas, mentalidades y capacidades necesarias a través de la formación, la práctica y la retroalimentación. Por ello, reconocemos tres niveles de mediación:
- Sensibilización: introducción a la mediación
La sensibilidad es una puerta que se abre con intención y deseo, es una invitación a iniciar un proceso de crecimiento personal, nos permite identificar y reconocer que cada individuo es único y tiene una forma de ser particular.
En este nivel, los mediadores se dan a la tarea de conocer y practicar la metodología de la mediación dia para adquirir la técnica, las herramientas y las estrategias que le permitan estructurar su práctica docente o darle nombre a aquello que ya realizan.
Así, el mediador adquiere los principios que le ayudan a situar los momentos, las intenciones y las estrategias que utiliza para fomentar, facilitar y activar los procesos de aprendizaje a lo largo de sus sesiones o secuencias didácticas.
- Observación y escucha activas mediación para el desarrollo de habilidades
La habilidad central en esta etapa es la capacidad para concentrarse en un número mayor de elementos de la metodología. Sobre todo, se enfoca en los principios de mediación de manera que su práctica se vuelve más específica y puede dar mayor atención a las situaciones novedosas o complejas que surgen.
Con la práctica constante y consciente de la metodología, el maestro integra los principios de manera más espontánea y flexible a su mediación. Por un lado, mira a sus alumnos de forma más atenta y enfocada; comienza a observar y escuchar los comentarios e ideas que se están generando como respuesta a sus preguntas e interacciones.
En este nivel, el mediador logra identificar, percibir y comprender qué experiencias, emociones y conocimientos se están expresando, qué habilidades se están manifestando y qué habilidades se requiere estimular; de esta manera, aprovecha las ideas de unos y otros para mediar estos procesos de desarrollo de forma más atenta y estratégica, considerando el desarrollo de habilidades tanto cognitivas como comunicativas, afectivas y sociales.
- Diálogo y construcción del conocimiento: mediación consciente para el desarrollo de la inteligencia integral
El tercer nivel implica mayor compromiso personal hacia el desarrollo humano integral. En este nivel, el mediador pasa de fortalecer habilidades de un área específica (cognitivas, comunicativas, afectivas y sociales) a fomentar el desarrollo de habilidades y procesos de pensamiento más complejos.
El mediador ha desarrollado la escucha activa y pasa a un nivel de escucha profunda, abierta y generativa a partir de la cual genera interacciones más pertinentes y precisas. Logra entender al otro con empatía; es decir, tratando de ponerse en su lugar, preguntándose de dónde surge la idea, experiencia o emoción que manifiesta. Es capaz de acompañarlo en sus procesos mentales y emocionales para que encuentre caminos constructivos, busque alternativas y amplíe su forma de ver y entender sus emociones, pensamientos e ideas.
Sus interacciones son pertinentes y sensibles, ofreciendo oportunidades para que los educandos asuman mayor responsabilidad en la construcción del espacio de su aprendizaje y su conocimiento. La atención y la observación se dirigen con mayor apertura hacia las ideas, experiencias y conocimientos.
Desarrollo del mediador
Es importante resaltar que este proceso no es lineal, es una trayectoria de adquisición de habilidades. La forma en la que un mediador se traslada de un nivel a otro depende estrictamente de su compromiso, práctica y motivación.
En esta progresión de habilidades de mediación observamos cómo avanza la calidad y profundidad del diálogo, haciéndose cada vez más rico y complejo; es decir, más significativo y constructivo.
Esto supone transformarnos en diseñadores, facilitadores y activadores de espacios y ambientes de aprendizaje, en los que estamos abiertos e interesados por escuchar lo que los participantes saben y piensan, así como dispuestos a aprender con y de ellos.
El tránsito consiste en pasar de ser el transmisor de información o conocimiento, viendo a los alumnos como receptores pasivos que memorizan, aprenden y olvidan, a concebirlos como personas dotadas de conocimientos, experiencias, sensibilidades y un gran potencial. De igual manera, implica vernos a nosotros mismos como sujetos también modificables y flexibles, inmersos en un proceso de crecimiento continuo.
*Para profundizar en los conceptos, capacidades, conocimientos y marcos de referencia, te sugerimos adquirir el libro Un camino para ser y trascender, el desarrollo de la inteligencia integral de Claudia Madrazo.