El lenguaje es una cualidad fantástica de los seres humanos, es el vehículo del pensamiento y de los sentimientos. Nos permite expresar, comunicar y significar; crear y recrear ideas, emociones, sensaciones y realidades. En otras palabras, nos permite establecer relaciones y conectar con el mundo que nos rodea.
Por su alta potencialidad, durante el congreso para maestros Reencontrarnos, un regreso diferente, el Instituto DIA dedicó una ponencia para compartir la importancia y los alcances del lenguaje en su relación con la expresión emocional y la construcción de aprendizajes. Fue la Dra. María del Socorro Ocampo, investigadora educativa del Centro de Investigación Internacional en Educación y Ciencias Sociales (CREA, por sus siglas en inglés) y coordinadora de la especialidad en Mediación Pedagógica del Desarrollo Lingüístico, la encargada de encabezar la exposición.
María Ocampo comenzó su discurso diferenciando las emociones de los sentimientos. Citó a Eric Kandel, premio Nobel de Fisiología en el año 2000 y uno de los padres de la neurociencia contemporánea, quien escribió en su libro Principios de la neurociencia (2000) lo siguiente:
“Las emociones son el conjunto de respuestas fisiológicas que ocurren más o menos inconscientemente cuando el cerebro detecta ciertas situaciones desafiantes; estas respuestas automáticas ocurren tanto dentro del cerebro como en el cuerpo. De forma diferente, los sentimientos son la experiencia consciente de esos cambios en el cuerpo y en la mente”.
Por lo tanto, reiteró la Dra. María, a diferencia de las emociones, en los sentimientos hay conciencia y cognición, y señaló:
“Nosotros los humanos tenemos respuestas fisiológicas que podemos controlar en mayor o en menor medida; por ejemplo, el hecho de nombrarlas, conocerlas, reconocerlas y honrarlas, pero ¿cómo le hacemos para resignificarlas?, y más aún, ¿cómo le hacemos para que estas emociones, al ponerles una reflexión o una consciencia, nos permitan también predisponernos de mejor manera hacia el aprendizaje?”
Una alternativa es a través del diálogo, la maravillosa cualidad comunicativa que solo poseen los seres humanos.
Las virtudes del diálogo
El diálogo, en palabras del pedagogo Paulo Freire, es el momento en que los humanos se encuentran para reflexionar sobre su realidad, de la manera que la hacen y la rehacen. En la medida en que nos comunicamos los unos con los otros, nos volvemos más capaces de transformar nuestra realidad.
En estos tiempos de recuperar aprendizajes, señaló María Ocampo, es importante propiciar este tipo de diálogo.
“El diálogo no se trata de una técnica o de un cumplimiento para que la clase no sea aburrida, o una táctica para caer bien y para hacernos amigos de todos nuestros estudiantes. El diálogo es algo más profundo, es algo que lleva un posicionamiento epistemológico de cómo se llega a la construcción de conocimiento, y por ello, es muy importante que nosotros como educadores, como familias, como aprendices, podamos entender el diálogo como una confirmación conjunta, en un acto de conocer y reconocer lo que se estudia”, explicó la doctora.
También señaló que el diálogo puede estar ligado al contenido curricular:
“No tendríamos por qué decir ‘bueno, o aprendo matemáticas o aprendo sentimientos o me la paso bien’, sino que al mismo tiempo que podemos aprender ciencias, historia, geografía, matemáticas o español, podemos estar cultivando sentimientos positivos, estar honrando, identificando y resignificando nuestras emociones y estrechando también valores que nos permitan crear sentido a todo lo vivido, a nuestra realidad, y no solamente quedarnos ahí, sino llevarlo hacia donde pueda tener un mejor puerto que fomente bienestar y amor por el aprendizaje”.
Pero “¿cómo propiciar el diálogo?”, preguntó la doctora. En el Instituto DIA tenemos claro que el arte juega un papel indispensable como vehículo para detonar el diálogo: “En las sesiones dia ponemos al centro un objeto de conocimiento o un estímulo y propiciamos las interacciones mediante los principios pedagógicos: orientar, motivar, generar, rescatar, y cerrar y trascender”.
María Ocampo aconsejó a los docentes no poner énfasis en el déficit de los estudiantes o en las carencias con las que llegan a la escuela, sino, al contrario, hacer hincapié en el potencial y en la intencionalidad ‘del lugar’ a donde los queremos llevar. Esto requiere una apertura y una conciencia plena sobre la capacidad de las personas para modificarse y transformarse en cualquier momento.
Por último, sugirió darle importancia y protagonismo a las interacciones sociales que permitan, a alumnos y a docentes, conectarse y dialogar para alcanzar la recuperación efectiva de los aprendizajes: “Fomentemos más espacios y más tiempos, en donde las niñas y niños puedan interactuar con muchos saberes, con muchos conocimientos, recuperarlos, resignificarlos y compartirlos a través de experiencias mediadas”.