La educación es un factor indispensable en el desarrollo del individuo y la construcción de la sociedad. Cada sociedad genera un tipo de paradigma educativo particular de acuerdo a sus cánones culturales, a sus tradiciones e incluso de acuerdo a una visión civilizatoria y una concepción antropológica. Así, en Occidente a partir del siglo XIX prosperó un enfoque educativo centrado en las habilidades cognitivas, la asimilación de contenidos curriculares y el ejercicio de la memorización de información; el sentido de esta educación era propiciar el desarrollo técnico y el progreso material de la sociedad. Esta perspectiva ha traído consigo beneficios palpables pero también problemáticas ecológicas y sociales: cambio climático, devastación de ecosistemas, migraciones y desestabilidad política y social, por mencionar algunas. 

En su obra Un camino para ser y trascender, el desarrollo de la inteligencia integral, Claudia Madrazo bosqueja este escenario y se pregunta: “Ante estos retos, ¿cuáles deben ser los fines y propósitos de la educación hoy…?” La respuesta se cifra en la edificación de nuevas capacidades humanas que le permitan a la sociedad pensar de forma conjunta, dialogando, entendiendo e integrando puntos de vista diferentes al nuestro, colaborando y coordinando procesos creativos y novedosos. De esta manera, Claudia M. ofrece una propuesta pedagógica, la metodología de mediación dia, cuya directriz elemental es “educar la conciencia para activar el sentido de responsabilidad y compromiso con uno mismo y hacia el entorno, considerando no solo la dimensión cognitiva, sino las dimensiones física, afectiva, comunicativa y social”. Pero ¿cómo podemos entender la conciencia y su transformación?

Tres niveles de conciencia

En dicha obra, Claudia M. señala que “la atención y la conciencia son los pilares para desarrollar la inteligencia integral”. La atención se refiere a la capacidad de enfocar la mente en un estímulo, una situación o un objeto para captar, recibir y asimilar su información y cualidades. En este sentido, la conciencia es la capacidad de darnos cuenta de que estamos recibiendo y atendiendo tales o cuales estímulos, en distintos niveles, para actuar en consecuencia. Nuestros estados de conciencia se manifiestan en la manera en que respondemos a las situaciones que nos rodean, a los estímulos que recibimos; en última instancia, se manifiestan en la manera en que respondemos al mundo. Por ejemplo, en la forma en que nos tratamos los unos a los otros, las actitudes y comportamientos que tenemos, los espacios y diálogos que construimos y en los que permanecemos, así como el conjunto de actividades que realizamos cotidianamente. 

Los tres niveles de conciencia que reconoce la teoría de la mediación dia son los siguientes:

La conciencia perceptiva. Se refiere al hecho de darnos cuenta de los fenómenos que ocurren y responder (o no) a ellos de forma espontánea o automática; es decir, no intencionalmente. La atención en este nivel es muy sutil y difusa.

 La conciencia reflexiva. Implica darnos cuenta de que nos damos cuenta. La atención se enfoca de forma voluntaria en aquello que determinamos atender. La conciencia reflexiva nos invita a responder en lugar de reaccionar; de esta manera, optamos por indagar en las razones de los estímulos y no en reaccionar impulsivamente a ellos. 

La conciencia constructiva. Conlleva una decisión reflexiva e intencional a un nivel más allá de la acción, valorando las consecuencias, resultados o implicaciones de una determinada decisión. Implica un proceso de discernimiento para definir la manera en que el sujeto actúa. Se enlaza con el desarrollo de habilidades para manejar las emociones y la búsqueda de alternativas. 

De esta manera, la teoría de la mediación dia propone una pedagogía enfocada en el desarrollo de la conciencia del individuo y del colectivo, de manera que la educación pueda responder a las exigencias que se le plantean en una sociedad compleja y en permanente crisis como la nuestra. El paradigma educativo de la modernidad no ha podido ofrecer respuestas a las problemáticas globales y diversas del mundo; por lo tanto, cada vez se vuelve más necesario plantear otras maneras de educar. Es por ello que la práctica de la mediación dia se concentra en la educación de la conciencia, no sólo en la transmisión de contenido curricular, sino en la apreciación de los estudiantes como sujetos que son parte de una comunidad y que requieren desarrollar habilidades personales y sociales para responder a la dinámica actual del mundo.

Promover que los estudiantes asimilen sus estados de conciencia y que transiten de las reacciones simples hacia un patrón de respuesta positiva y reflexiva es un elemento fundamental de la mediación dia. Para lograr esto, es necesario que los estudiantes tengan a la mano las herramientas para conocerse a sí mismos y a los demás; en este escenario, el desarrollo lingüístico, el diálogo, la observación, la escucha activa y la capacidad de argumentación son recursos indispensables para la indagación personal y la construcción y co-creación con los demás compañeros. Desarrollar una conciencia reflexiva resulta beneficioso para que las personas se den una pausa y reflexionen, juzguen, sopesen, cuáles son las mejores decisiones personales y colectivas. 

Si con el tiempo quienes ahora son estudiantes llevan consigo esta conciencia reflexiva del aula a sus espacios de acción —las universidades, los negocios, el arte, el servicio público o las organizaciones civiles—, entonces esto será señal de que otra educación es posible. 

*Para profundizar en los conceptos, capacidades, conocimientos y marcos de referencia de la metodología de mediación dia te sugerimos adquirir el libro Un camino para ser y trascender, el desarrollo de la inteligencia integral de Claudia Madrazo.