Podría resultar obvio pensar que, para alcanzar el bienestar, es preciso tomar decisiones y acciones que nos acerquen a lo que nos hace sentirnos bien, aquello que nos proporciona estabilidad, seguridad y armonía tanto de forma personal como social. No obstante, siendo realistas, no siempre está en nuestras manos elegir las experiencias más favorables, hecho que nos lleva a enfrentar la adversidad que traen consigo los sucesos inesperados.
Las situaciones adversas no suelen llegar por decisión propia y eso puede generar resistencia como síntoma de la dificultad para sobrellevar momentos complejos.
Enfermedades, decesos y desastres naturales nos generan un ambiente de incertidumbre que fácilmente puede hacernos sentir vulnerables porque nos mueven el piso de un territorio conocido y se nos empuja hacia otros más desconocidos e inexplorados. Es ahí donde se vuelve un verdadero reto mantener la estabilidad y la calma.
¿Cómo podemos cultivar el bienestar aun en momentos de adversidad?
Para responder tan importante cuestionamiento, es preciso primero revisar algunos entendimientos sobre lo que es el bienestar. Richard Davidson, doctor en neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva, nos dice que el bienestar es una habilidad que nosotros mismos podemos desarrollar a través del fortalecimiento de prácticas que promuevan la atención, la resignificación, el enfoque positivo y la generosidad. Todo esto nos lleva a darnos cuenta de que, siempre y cuando las necesidades básicas estén cubiertas, 90% de nuestro bienestar está en nuestras manos.
Los tiempos difíciles tienen la cualidad de sensibilizarnos a través de emociones intensas como el miedo o la rabia, eso nos pone en una situación frágil que nos hace reconocer las necesidades más básicas de supervivencia. Una vez cubiertas dichas necesidades, es posible elegir de manera consciente cómo afrontar los temores, preocupaciones y aprovecharlos para aprender de uno mismo.
Para ello, es importante poner en pausa la voz del juicio, respirar y conectar con las sensaciones del cuerpo; de esa manera se puede propiciar un estado de reflexión que nos permita observar con plena conciencia lo que estamos viviendo. Para ello, te sugiero guiar tu reflexión con las siguientes preguntas:
- Atención. ¿Qué estoy sintiendo en este momento? ¿Cómo me hace sentir esta situación?
- Resignificar. ¿Qué sentido tiene vivir esto? ¿Para qué me puede servir esta experiencia? ¿Qué puedo aprender de ella?
- Enfoque positivo. ¿Qué debo dejar ir porque no está a mi alcance? ¿Qué sí está en mis manos hacer?
- Generosidad. ¿Cómo puedo poner al servicio de los demás este aprendizaje de vida? ¿De qué manera puedo contribuir al bienestar de los demás?
Un momento de parálisis como el que estamos viviendo hoy en día (la crisis del nuevo coronavirus) es perfecto para tomar distancia de la vorágine social y darnos un espacio para conectar con las emociones, pensamientos y deseos más profundos que habitan dentro de cada uno de nosotros.
Es probable que nos demos cuenta de que no necesitamos demasiadas cosas para encontrar la calma y sentirnos bien. A pesar del temor que pueda causarnos enfrentarnos a un futuro incierto, eso nos demuestra que estamos vivos e interconectados con todos los seres vivientes de este planeta. Que somos uno y que solo así, conectados entre nosotros, es como podemos transformar el miedo en energía para movilizar acciones que nos permitan aprovechar la adversidad, cultivando el bienestar de forma integral.