El lenguaje, al estar presente de manera continua en nuestro actuar, corre el riesgo de automatizarse, lo utilizamos solo para comunicarnos en respuesta al estímulo iniciado por alguien más. Pocas veces somos realmente conscientes del gran impacto que tiene en nuestras vidas, cómo permea en nuestra manera no solo de pensar sino también de actuar: de cierta manera nos define como personas. 

Personalmente me he hecho mucho más consciente de mi lenguaje, esto gracias a la magnífica guía que he recibido por parte del Instituto de Mediación Pedagógica y la Comunidad DIA, especialmente ahora que me encuentro estudiando la Especialidad en Mediación Pedagógica para el Desarrollo Lingüístico, por lo que quiero compartir algunos de los conceptos que me han permitido vislumbrar mi propia trayectoria de lenguaje.

Potencial comunicativo

Los humanos comparten muchas cosas con otros animales —las necesidades básicas de comida y bebida, o de sueño, por ejemplo—, pero existen necesidades y deseos mentales y emocionales adicionales que son exclusivos de los humanos. El lenguaje es concebido como una capacidad que ha generado de manera social un sistema de significados y significantes que permiten la comunicación y la comprensión del contexto en el que nos encontramos. Sin embargo, el valor del lenguaje dentro del desarrollo humano va más allá de los significados y del proceso de adquisición de estos para mostrarlo, parafraseando a Hellen Keller: las palabras infunden esperanza, nos llenan de luz y de alborozo, pero, sobre todo, nos liberan.

Es tan vasto el poder de las palabras que nos permiten liberarnos de las paredes de nuestro mundo interno, integrar e integrarnos al medio en el que nos encontramos. El lenguaje es una capacidad innata, como bien ha mencionado Jean Piaget: parte del diálogo interno que nos permite dar estructura a nuestros pensamientos. Si bien no pensamos en prosa, existe un lenguaje que permite aterrizar el pensamiento, lo moldea y le da presencia (Lev Vygotsky).

Pero este diálogo tan íntimo perdería toda utilidad si se quedara dentro de nosotros, porque la potencialización del desarrollo del lenguaje se lleva a cabo a través de la interacción social. En palabras de Barbara Rogoff, existe una necesidad de expresar e interpretar al otro; es un proceso de comprensión conjunta y es necesaria la convivencia con seres iguales a nosotros que se encuentren dentro del mismo nivel de desarrollo. Pero también las relaciones con personas distintas a nosotros permiten la exploración y la apertura a nuevos significados, experiencias y conocimientos, esto nos permite generar puentes que van de lo conocido a lo desconocido.

En esta capacidad de aceptar lo desconocido e integrarlo a nuestro ser podemos vislumbrar la inquebrantable relación que existe entre la inteligencia y el lenguaje, pues no puede existir una sin la otra. Es casi imposible establecer un orden real ya que son elementos codependientes. “La palabra sin pensamiento es una cosa muerta, un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra”, asevera Vygotsky.

Todas las personas contamos con la potencialidad biológica de adquirir, desarrollar y usar el lenguaje mediante interacciones humanas y sociales. En palabras de Noam Chomsky, el lenguaje es una capacidad infinita (ideas) sobre una base finita (palabras) y esto está relacionado directamente con la capacidad de las personas para la modificabilidad mental. Son tan vastas y potentes las ideas que podemos generar que, compartiéndolas con otros, podemos modificar las estructuras de nuestra mente. El neurólogo y escritor Oliver Sacks resalta la idea de que nosotros hablamos no solo para decirle a la gente lo que pensamos, sino que decimos lo que pensamos. El habla es una parte del pensamiento.

Valor educativo del lenguaje

Como pedagoga y docente, el desarrollo lingüístico cobra mayor relevancia, porque es a través del lenguaje como se establecen relaciones con los alumnos, es así que podemos conocerlos y acompañarlos en su formación. Actualmente la importancia del lenguaje ha permeado incluso en mi vida personal, generando mayor autoconocimiento, el cual ha permitido elegir y utilizar un lenguaje que se encuentra en sintonía con mi identidad, deseos y mi esencia. De igual manera ha calado mi autopercepción y la manera en la que me muestro al mundo. 

Como mediadores, es de vital importancia romper con aquellas prácticas que conciben el lenguaje como un conjunto de reglas gramaticales u ortográficas, debemos abrir la posibilidad de generar procesos metacognitivos que permitan a cada individuo construir significados y dar estructura a su mente. Debemos permitir que los estudiantes rompan los esquemas y estereotipos socialmente impuestos, si es que estos limitan su libertad. Dejemos que la modificabilidad mental de la que nos habla Reuven Feuerstein se refleje en el ámbito social, a través de maneras más conscientes de expresión, erradicando la pobreza del lenguaje, pero sobre todo practicando la escucha activa con mente y corazón abiertos. Este es el camino para co-crear nuevas realidades, más justas, empáticas, pero, sobre todo: libres. 


Diana Palafox es licenciada en Pedagogía por la Universidad Panamericana y actualmente trabaja en el Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas. Comenzó su trayecto formativo con el Instituto DIA en 2018 y fue alumna de la especialidad de Mediación Pedagógica del Desarrollo Lingüístico.