Los cinco principios de la mediación dia (es decir: orientar, motivar, generar, rescatar y cerrar y trascender) son uno de los seis elementos centrales del modelo didáctico dia.  De acuerdo con la descripción que Claudia Madrazo, fundadora del Instituto de Mediación Pedagógica, hace de ellos en Un camino para ser y trascender (2020), su fin es “enmarcar las intenciones e interacciones del mediador para dar estructura y coherencia a la mediación”. En el ejercicio pedagógico, su aplicación consciente permite a los educadores generar un espacio seguro de diálogo, asegurar el desarrollo integral y progresivo tanto de sus habilidades personales y colectivas como las de los participantes, impulsar sus propias capacidades de mediación y, sobre todo, favorecer la construcción gradual del conocimiento.

Todos tienen un propósito doble: definir las acciones concretas que el mediador debe realizar en la sesión y encauzar el efecto específico de cada una de las etapas de la práctica pedagógica. Los principios y sus intenciones, escribe Claudia Madrazo, “están enfocados tanto en lo que hace el mediador como en lo que generan en los participantes”: en el primer caso, responden al “qué” y al “cómo” de la mediación; en el segundo, definen su móvil, el “para qué”. Los principios son, en resumidas cuentas, una pauta para la mediación, y su adaptación al contexto y las necesidades específicas de los alumnos es la condición de su efectividad.

Los principios y sus intenciones

Cada uno de los principios sirve a la puesta en marcha y el desarrollo de una serie de habilidades y capacidades específicas en uno o varios ámbitos de la mediación, y tiene una serie de intenciones particulares tanto para los mediadores como para los participantes. La observación de estos principios y su aplicación al contexto educativo particular les permite a los educadores “situar los momentos, las intenciones y las estrategias que utilizarán para fomentar, facilitar y activar los procesos de aprendizaje a lo largo de sus sesiones o secuencias didácticas”.

1) Orientar

El primer principio implica el reconocimiento pleno del lugar donde nos encontramos y de nuestra meta. En el ámbito educativo, orientar implica prestarle toda la atención al momento presente para saber a dónde nos dirigimos, ya que de eso depende la identificación de las herramientas que nos permitirán darle un buen rumbo a la mediación.

Intenciones del mediador. El principio “Orientar” guía al educador para que planee la sesión, tomando como norte intenciones claras y que establezca acuerdos de convivencia respetuosa para garantizar “la participación respetuosa y activa de los participantes”.

Intenciones del participante. El principio de la orientación proyecta la afinación de la atención de los participantes y la regulación de sus conductas y sus estados emocionales para contribuir a la constitución de un ambiente respetuoso y empático.

2) Motivar

En la práctica de la mediación, motivar significa encontrar estrategias para fomentar la curiosidad y el interés de los participantes; es propiciar su deseo por aprender y estimular la energía que hace posible su desarrollo.

Intenciones del mediador. La observación de este principio les permite a los mediadores crear ambientes y experiencias de aprendizaje “dinámicos y participativos, que motiven el interés y la curiosidad por aprender y conocer”.

Intenciones del participante. Por efecto de una correcta motivación, los participantes llegan a valorar el conocimiento y las experiencias personales y a adquirir nuevas estrategias de aprendizaje. Además, desarrollan habilidades afectivas que fomentan la autoestima y el autoconocimiento para reconocer y activar sus potenciales. Con este principio, los participantes revaloran sus ideas y sentimientos y su propia voz “para valorar estos elementos en el otro”.

3) Generar

Generar es poner en práctica una serie de acciones para producir un fin determinado. En el trabajo de mediación, este principio implica el discernimiento claro de nuestros objetivos para encauzar correctamente nuestras acciones e interacciones y así fomentar la participación, la armonía, la reflexión y la imaginación.

Intenciones del mediador. Este principio invita al mediador a diseñar una serie de preguntas estratégicas para el desarrollo de nuevas habilidades y procesos de pensamiento y lenguaje, con el fin de encauzar la atención, la participación y el diálogo de los alumnos.

Intenciones del participante. El principio de “Generar” tiene como objetivo que los participantes adquieran la seguridad para reflexionar y expresar sus ideas; para esforzarse por desarrollar nuevos hábitos constructivos de pensamiento y comunicación.

4) Rescatar

Además de la generación y el desarrollo de ideas, en la práctica pedagógica es sumamente necesario que rescatemos la riqueza de las reflexiones del otro y prestemos atención a lo que el diálogo ha creado para profundizar en ello. De este modo podemos construir sobre la base del conocimiento presente y resignificar lo que sabemos y pensamos.

Intenciones del mediador. Darle un orden y un cauce seguro al pensamiento, lo que implica establecer pautas de reflexión y diálogo. El eje central de este principio es la edificación de esquemas que permitan “revisar los conocimientos previos, los modelos mentales y las experiencias de vida”.

Intenciones del participante. Este principio tiene como fin que el participante adquiera herramientas para ordenar su pensamiento y construir nuevos aprendizajes que den paso a su “desarrollo humano y a la inteligencia integral”.

5) Cerrar y trascender

El fin de la mediación es el desarrollo integral humano. Este principio se enfoca en el proceso educativo para lograr este fin: irónicamente, cerrar y trascender no es la clausura del aprendizaje, sino lo contrario: la inauguración de un proceso continuo de nuevos aprendizajes y de resignificación de todo lo que sabemos y pensamos. “Trascender —concluye Claudia Madrazo— es asimilar lo que surge de nuestras experiencias para utilizarlo en nuestras vidas”.

Intenciones del mediador. Producir y reflexionar sobre la base de evidencias de aprendizaje, aplicar e integrar creativamente el conocimiento, adquirir estrategias de reflexión y metacognición. Este último principio implica que los mediadores hagan explícito el proceso de construcción de aprendizaje para dotarlo de sentido.

Intenciones del participante. Reconocer los conocimientos relevantes para su desarrollo personal y asimilarlos. Además, este principio también conlleva la aplicación de los aprendizajes fuera del ámbito educativo, el reconocimiento de la trascendencia que estos tienen en su vida cotidiana y su práctica constante.

Una práctica continua. Dado que los principios de la mediación engloban un desarrollo holístico y trascendental, sus beneficios no se limitan al contexto pedagógico, pues también cuentan con un gran poder para transformar nuestras vidas cotidianas. Como supone el último principio (“Cerrar y Trascender”), su integración en nuestras prácticas vitales es de suma importancia para darles un sentido pleno y activar todo su potencial para generar desarrollos personales y colectivos.

Poner en práctica estos principios puede ayudar a reducir significativamente el estrés y el agotamiento, y es un gran estímulo para la inteligencia emocional y de nuestras capacidades para manejar nuestras vidas sociales, el desarrollo de la asertividad en la toma de decisiones, la construcción de relaciones más armónicas y el descubrimiento de la importancia de cerrar ciclos. Pero para obtener estos beneficios es necesario comprometernos con un proceso de desarrollo que durará toda nuestra vida.