Gabriela García es maestra de Artes y Tutoría en la Secundaria Técnica Sor Juana Inés de la Cruz, en Tultitlán, Estado de México. Ella, como muchos colegas suyos, solo aplicaba el método de enseñanza tradicional, hasta que conoció la mediación dia. Hablamos con ella y este es su testimonio.
Todo empezó cuando en el terremoto del 2017 su escuela se vio severamente afectada, tanto que tuvieron que derribarla y empezar desde cero. Se quedaron un tiempo sin clases, pero después encontraron una escuela hermana que les permitió el acceso para retomar sus clases.
Durante la construcción fueron beneficiados por la Fundación BBVA Bancomer, que, en coalición con otras asociaciones, invitaron al Instituto de Mediación Pedagógica para que compartiera sus programas a los maestros y directivos del colegio.
Gabriela y sus compañeros tomaron algunos cursos y, posterior a ello, se inscribieron al diplomado de Mediación Pedagógica. Así empezó, como lo llama Gabriela, “su despertar”.
Mientras avanzaba el diplomado y profundizaba en la metodología, a Gabriela le pareció muy especial conocer la mediación como un sistema ya establecido, pues cuenta que antes trató de hacer cosas parecidas para acercarse a sus alumnos y hacerlos reflexionar, pero que no lo llamaba de ninguna manera ni consideraba al arte como un medio.
Luego de avanzar en el diplomado, comenzó a practicar la mediación directamente con sus alumnos.
“La primera sesión que hice fue especial, en verdad me impactó mucho cómo reaccionaron los muchachos, me sorprendió que yo había desarrollado un tema que pudiera ayudarles a pensar en su desempeño, les mostré una pintura donde hay un muchacho escalando un cerro con una piedra en la espalda. Yo iba sobre la idea de que eso fuera para hablar de superación y meditar en el esfuerzo, pero resultó que cuando ellos observaron la imagen, hablaron sobre lo que les pasaba en sus casas y en sus contextos. Le dieron un giro muy interesante a la sesión y, al final, ellos mismos generaron la reflexión que necesitaban”.
Después de esa primera sesión, Gabriela comenzó a implementar actividades de integración y respiración en su grupo. Comenzó a notar que la clase se volvía más activa y participativa. Incluso logró que llevaran las reflexiones a sus casas y que los padres también participaran.
Confiesa que antes tenía una participación del salón de entre un 40 y 50%, pero que ahora, con la mediación, ha logrado incrementarla hasta un 86%.
Lo que más rescata Gabriela de la mediación es que puede hacer reflexionar a sus alumnos sobre un tema específico, observa que sus estudiantes se toman más tiempo para pensar sus respuestas ante una pregunta guiada.
“Esto les ha dado apertura para hablar y generar confianza entre ellos, para poder expresar sus opiniones sin trabas o sentirse criticados o burlados de los demás; ha generado un ambiente de confianza muy bueno, están más enfocados en pensar lo que sucede a su alrededor y no solamente en ellos, vienen más reflexivos y más conscientes”, dice Gabriela.
Como maestra, antes se preocupaba porque el plan se llevara a cabo, organizaba su clase y se aseguraba de avanzar en algún tema específico o de subir las calificaciones a toda costa. Llenaba de actividades a sus estudiantes hasta un punto estresante para ellos y para ella.
“Yo iba a mil quinientos por hora porque me tocaba cumplir con un programa, no había espacio para cinco minutos de relajación porque eso no se podía permitir en mi aula; yo iba a trabajar, esa era como mi bandera, pero, después de la mediación, entendí que la estaba regando porque no son máquinas, no son personas a las que yo les puedo abrir un compartimento, meterles el conocimiento y obligarlos a trabajar”.
Desde que tomó la mediación como herramienta pedagógica, ha notado un cambio en sí misma; le ha costado trabajo, pero ahora ese es su objetivo día a día. Pasó de preocuparse por cumplir un programa a un interés genuino: que sus alumnos estén bien. Le importa preguntarles: ¿cómo estás hoy?, ¿cómo te sientes?, ¿qué de lo que yo te voy a hablar hoy te va a servir para que te lo lleves en tu corazón y en tu cabeza y puedas sentirte mejor contigo mismo?
“Me ha funcionado tanto que he logrado que los muchachos se acerquen a mí y me digan que quieren platicar conmigo, que tienen cosas que resolver y no saben cómo hacerlo. Me he vuelto la persona en la que desahogan todo lo que sienten, ahora tengo una confianza muy estrecha”.
Alrededor de ocho y diez maestros de su secundaria están tomando el diplomado, entre ellas, la directora del colegio, quien, según explica Gabriela, también se empieza a notar sensible, ya no busca cómo subir el promedio, sino cómo hacer para que los niños estén bien.
“La mediación me cambió, fue la que me abrió los ojos de decirme no estás tratando con máquinas, estás tratando con niños y, de alguna manera, necesitas ese vínculo para que ellos puedan traspasar de un sentirse bien a un entender bien y un aprender bien”, finaliza Gabriela.