El vehículo de mediación es uno de los elementos centrales del modelo pedagógico dia. Tiene una serie de funciones cardinales interrelacionadas: catalizar el aprendizaje y el desarrollo de un puñado de habilidades socioemocionales, intelectuales y creativas; despertar la curiosidad de los alumnos; motivar el diálogo; y dar cohesión a todos los elementos del proceso pedagógico para volverlos un acto uniforme e integral.
La relación armoniosa entre todos los elementos que componen el modelo didáctico es el principio de una experiencia pedagógica exitosa; la eficacia de esta combinación está garantizada en buena medida por el vehículo de mediación, dado que a través de él la intencionalidad, condensada en las preguntas y las actividades diseñadas por el mediador, se manifiesta y alcanza toda su potencia pedagógica. Elegir un vehículo de mediación que responda oportunamente al contexto, que permita desarrollar de forma adecuada los principios de la mediación, que se ajuste al ritmo temporal de la clase y que a los participantes les resulte entrañable, es la clave de una buena práctica educativa dia.
Cuando hablamos del vehículo de mediación nos referimos, la mayoría de las veces, a una obra de arte. El objeto artístico es la raíz del desarrollo de la mediación dia, pues la intuición que inauguró este sendero en 1992 fue, precisamente, “acercar el arte a la vida cotidiana —leemos en Un camino para ser y trascender—, como camino para el desarrollo personal y social, […] sacarlo de los espacios tradicionales para llevarlo a espacios educativos como transmisor y acelerador del crecimiento humano”. Dicha intuición estaba asentada en el convencimiento de que el arte tiene la facultad de propiciar el desarrollo humano si aprendemos a mirarlo como un camino para descubrirnos a nosotros mismos, entablar un diálogo con otras personas y hallar el infinito potencial humano para crear y conocer.
Sin embargo, como esta posibilidad de diálogo y autorreconocimiento también la ofrecen otros objetos, el modelo dia admite la inclusión de casi cualquier tipo de creación humana y natural como vehículo de mediación —por ejemplo: problemas matemáticos, actividades lúdicas o incluso las figuras que forma el vuelo de una parvada—. La condición primordial para que acontezcan estos descubrimientos fuera del ámbito artístico es el mismo que se requiere para hallar la obra de arte apropiada: saber mirar debidamente todo lo que nos rodea, formular preguntas instigadoras y, sobre todo, conocer las cualidades de un buen vehículo de mediación.
Características esenciales de los vehículos de mediación
Si bien hay un sinnúmero de características que debe cumplir un objeto para fungir como detonador educativo y que están relacionadas con las particularidades culturales, generacionales, geográficas y curriculares específicas del contexto donde se llevará a cabo la clase, existen cuatro cualidades generales que condensan en un solo núcleo toda esa gama de variaciones que debemos tomar en cuenta para abordar la sesión pertinentemente. Estas son:
- Cuenta con un contenido relevante. El contenido del vehículo de mediación debe relacionarse de forma estrecha con los objetivos de la sesión, pero también con las características y las expectativas de los participantes, sin importar que lo haga de manera implícita o explícita. En alguna medida, el contenido es el elemento más importante de un buen vehículo de mediación, dado que es el punto de partida para el aprendizaje. Por ello, el primer criterio que debe cumplir una propuesta para seleccionarse como vehículo de mediación es incorporar un contenido adecuado tanto a los objetivos de la sesión como a las capacidades propias de los participantes.
- Es insólito y cautivador. El vehículo de mediación es un detonador de diálogo y la construcción colectiva de conocimiento, y por tanto es necesario que atraiga a los participantes. Para cumplir su fin, la obra de arte, la actividad o el objeto que elijamos para la sesión debe ser novedoso para ellos, pero también debe ofrecer ciertos anclajes culturales que eviten volverlo extraño e impenetrable.
- Ofrece un cierto nivel de reconocimiento para los participantes. Como ya vimos, el vehículo de mediación debe ser novedoso sin ser irreconocible y necesita ajustarse a las expectativas y las facultades de los participantes. Si el objeto es extraño para su cultura o no es adecuado para su edad, se corre el peligro de que los alumnos no logren crear un vínculo de familiaridad con sus contenidos, y con ello pierdan el interés por la sesión.
- Es complejo, pero no abrumador ni fastidioso. A fin de que la práctica educativa mueva las diversas potencias creativas de los participantes, es imprescindible evitar su pasividad. El vehículo de mediación debe invitarlos a poner manos a la obra, y para ello necesita desafiarlos en la medida justa de sus capacidades, de modo que su resolución no se vea como un fin imposible de alcanzar.
La gran característica de los vehículos de mediación
Además de las características enumeradas, un vehículo pertinente, como todo lo que toca a la mediación, también debe tener una salida provechosa para el implementador mismo: un buen vehículo de mediación no solo debe desafiar e inspirar a los educandos, también debe haber hecho lo mismo con el mediador en el proceso de preparación de la clase. Antes de las características repasadas más arriba, la primera que debe cumplir un vehículo de mediación, en un sentido cronológico pero también metodológico, es la que toca a la propia experiencia del mediador: si una fotografía, un cuento, una pintura, una película o un juego lo conmueve y lo invita a reflexionar, es muy probable que haga lo mismo con los alumnos si logra recrear su emoción original a través de las preguntas y las actividades adecuadas.