En varios países del mundo, como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Holanda, etcétera, se han dado cuenta de la importancia de la atención a cada momento y lo están practicando dentro de las escuelas, enfatizando el ámbito del ser y no solo la adquisición de conocimientos. Con la práctica, los alumnos van comprendiendo la relación que existe entre cuerpo y mente.
En las escuelas también se opera con otro tipo de pensamiento: el productivo, que es el que se utiliza, por ejemplo, cuando se lee y se escribe; o cuando se hace un resumen o se resuelve algún problema. Este tipo de pensamiento es muy útil y se requiere que nosotros y los niños no nos distraigamos y evitemos los pensamientos no productivos. De hecho, la práctica de notar lo que sucede a cada momento ayuda a los alumnos a atender y comprender mejor los contenidos del currículo escolar.
Actividades para ayudar a los niños a estar atentos momento a momento
En un artículo anterior, La maravilla de estar atentos a lo que sucede en cada momento, presentamos una práctica que es más adecuada para los maestros o adultos; pero el trabajo con los alumnos puede ser diferente. Los niños viven en un mundo de muchos estímulos nuevos, se cansan y fácilmente se distraen; pareciera que nunca paran; actúan y lo hacen impulsivamente, sin embargo, viven atendiendo más al momento presente que el adulto, son muy activos y tienen mucha energía, carecen de hábitos arraigados, son espontáneos; confían y aprecian al adulto; son frescos y tiernos; tienen la capacidad de asombro y aprendizaje.
Por todo lo mencionado, los niños necesitan practicar la atención de estar conscientes en lo que hacen y lo que sucede en su entorno. Nada puede ser más importante para ellos que practicar el estar presentes momento a momento, para que puedan afrontar mejor cualquier situación. Para ellos, tendremos que dividir la práctica en tareas pequeñas y fáciles de llevar a cabo. Al principio, puede parecernos difícil, pero, conforme más lo hacemos, se irá volviendo algo bastante natural.
Es necesario que el maestro se familiarice con la práctica antes de trabajar con los niños, para que, partiendo de la propia experiencia, pueda enseñar. Los alumnos requieren ser llevados de la mano; podemos iniciarlos desde pequeños, de cuatro o cinco años de edad, y por ello la necesidad de ofrecer algunas actividades sencillas. Por supuesto, el maestro también puede realizarlas junto con los niños, sin olvidar presentar la práctica como un juego, algo divertido, y no como una obligación.
No será necesario aplicar todas las actividades que se presentan aquí; se pueden elegir dos o tres. Si se desea contar con más actividades, recomendamos consultar, por ejemplo, dos libros de Thích Nhất Hạnh (monje budista vietnamita, poeta, erudito y activista por los derechos humanos y la paz): Plantando semillas. La práctica del mindfulness con niños y Los educadores felices cambian el mundo (coautoría con Katherine Weare). Lo importante es hacer las actividades todos los días e ir aumentando el tiempo según los niños lo requieran.
Otros libros al respecto recomendables son:
Mindfulness para principiantes y La práctica de la atención plena, de Jon Kabat-Zinn, profesor emérito de Medicina y quien ha realizado un trabajo magnífico en relación al mindfulness (atención plena). Él y sus colaboradores han dado, con resultados asombrosos, gran cantidad de talleres sobre atención plena para ayudar, principalmente, tanto a personas enfermas físicamente como las que sufren algún trastorno emocional (estrés, ansiedad, entre otros).
Sitting Still Like a Frog, de Eline Snel, una terapeuta que ha desarrollado programas sobre mindfulness por más de 20 años y fundadora de la Academia de la Atención Plena en Leusden, Holanda.
Siempre que empecemos una actividad, es conveniente ofrecer una pequeña explicación que ayude a los niños a seguir la práctica. Sin embargo, para algunas actividades se requerirá dar explicaciones durante todo el tiempo del ejercicio. Hacemos estas actividades en momentos en que los niños están tranquilos; no es recomendable hacerlas cuando los alumnos tienen hambre o sueño o quieren salir al recreo.
Es muy importante que los niños distingan la diferencia entre estar pensando, es decir, distraídos, y estar atentos sin pensar, conociendo lo que acontece momento a momento. Por ello, proponemos actividades que tienen una secuencia. En las dos primeras, el propósito es ayudar a darse cuenta que están pensando. En la siguiente (la cual cuenta con dos partes), el objetivo es experimentar los dos estados mentales —pensar y no pensar— y compararlos. En las cuatro últimas, se invita a los niños a no pensar, sino simplemente estar atentos a lo que acontece.
1.- Juego de las preguntas y observación de los pensamientos
Pedir a los niños que escuchen con atención la pregunta que se les va a hacer. Los maestros pueden trabajar con alguna de estas o elegir otras:
– ¿Qué te tiene preocupado?
– ¿Qué estará pasando en tu casa?
– ¿Qué comerás hoy?
Después de esas preguntas, se les pide que observen los pensamientos que surgen. ¿Estos pensamientos están acompañados de imágenes? ¿Ven cómo los pensamientos aparecen en este momento y ustedes pueden escoger si los siguen o solo esperan a que se vayan, y eligen no contestar la pregunta?
Les explicamos a los niños que lo que pensamos a veces puede no ser cierto y, sin embargo, casi siempre lo creemos. Por ello, es importante que procuremos observar nuestros pensamientos y notar cómo con frecuencia nos llevan a otro lugar diferente del que estamos.
2.- Aceptar tal como estoy
Para esta actividad, podemos usar los emoticones que muestran alguna emoción, como estar alegre, triste, preocupado, enojado, tranquilo, relajado, inquieto, amigable, desconfiado, molesto, amoroso, etcétera.
Les pedimos a los niños que miren estas imágenes; enseguida, que cierren los ojos y reconozcan cómo se sienten en este momento; que lo noten. Permitirse sentirlo sin tratar de cambiarlo, dejarlo tal como es; no hay que tratar de sentir algo diferente. Estar cerca de la manera como nos sentimos y quedarnos así un rato. Decirles que más tarde seguramente se sentirán diferentes de como están ahora. No necesitan ser como ninguna otra persona, cada uno se siente de manera diferente y todos son maravillosos. Los estados de ánimo y emociones que sentimos son como el clima, ya que tanto si llueve como si está soleado, es algo que no podemos cambiar. Basta observar, y espontáneamente se modificará.
3.- Observar los pensamientos y escuchar sonidos
Pedimos a los niños que se sienten en flor de loto o en sillas, con la espalda erguida, en silencio, relajados y atentos.
- Podemos platicar a los niños sobre los animales o insectos, cómo algunos de estos tienen más desarrollados los sentidos; por ejemplo, las moscas pueden ver el movimiento mucho antes que nosotros, y por ello es difícil atraparlas; el perro puede oler con mucha precisión algo que nosotros no percibimos, etcétera. Enseguida, podemos pedirles que piensen en lo que escucharon y recuerden más animales, tal vez en algunos que tengan en casa. Invitamos a los niños a pensar y a reflexionar sobre sus pensamientos. Les pedimos que, si así lo desean, compartan lo que pensaron.
- Enseguida, solicitamos a los niños que, con los ojos cerrados, presten atención a los sonidos que el maestro ha preparado, tales como caminar, cerrar la puerta, abrir la llave del agua, tirar algo en el suelo, rasgar un papel, etcétera; o bien, a los sonidos del ambiente, como un camión que pasa, el canto de un pájaro, entre otros. Pedir a los alumnos que así lo deseen compartir cómo vivieron esta experiencia.
Al terminar, les pedimos a los niños que comparen los ejercicios (a) y (b), haciendo énfasis en que, durante el ejercicio (b), al estar atentos al siguiente ruido que se iba a producir, seguramente dejaron de pensar.
En las actividades que vienen a continuación, el énfasis será realizarlas sin pensar.
4.- Atención a la respiración
Nos sentamos en el suelo, ya sea en flor de loto o bien en las sillas. Les pedimos a los niños que cierren los ojos y mantengan la espalda recta.
La respiración nos centra fácilmente en el presente, vincula el cuerpo con la mente. Se trata simplemente de invitar a los niños a seguirla sin querer cambiarla. No desear alargarla o hacerla más profunda. Darse cuenta de cuándo se toma el aire: inhalar, y cuándo se suelta: exhalar, y sentirla por donde sea más clara; tal vez sea por la nariz o en el pecho o en el estómago. Podemos pedir a los niños que pongan su dedo o su mano en el lugar donde más la sientan. Seguir con la respiración consciente por un tiempo. Esta actividad tranquiliza mucho a los niños.
Antes de iniciar esta actividad, podemos inflar y desinflar un globo, para que el niño comprenda mejor lo que haremos.
5.- Juego del silencio
Este ejercicio está basado en actividades del método Montessori. Nos sentamos en el suelo, ya sea en flor de loto o bien en las sillas. Les pedimos a los niños que hagan una respiración, cierren sus ojos y que tengan su espalda recta. Hay que decirles que estaremos en silencio y no vamos a movernos; de esta manera, los ayudamos con la consciencia corporal. Les pedimos a los niños que estén atentos a lo que está sucediendo. La primera vez, estaremos así por 30 segundos e iremos aumentando el tiempo.
Después de haber practicado estar en silencio, se va llamando a cada niño por su nombre en voz muy baja. Cuando los alumnos oyen su nombre, abren los ojos, se levantan y caminan lentamente hacia el maestro. El ser llamado se siente como privilegio; todos continúan en silencio. La voz del maestro debe transmitir calma y paz.
El propósito de esta actividad, es estar en el silencio interior, sin pensar, atentos a lo que ocurre, los niños en espera de oír su nombre.
Thích Nhất Hạnh nos sugiere usar una campana, a la que él llama “la plena consciencia”, la cual podemos tocar de vez en cuando, para ayudar a los niños a “volver a casa”, es decir, regresar a su yo interno, romper los pensamientos y reconocer lo que está pasando dentro y fuera. Él nos dice: “el silencio es la base del bienestar y una herramienta eficaz para conocerse uno mismo. El silencio da paz. Cuando estamos en silencio, escuchamos nuestra voz interior”.
6.- Caminar en la línea con plena atención
Igual que el anterior, este ejercicio está basado en actividades del método Montessori. Invitar a los niños a pararse en silencio sobre una línea (la que previamente se trazó en el suelo; puede ser circular o elíptica). El maestro hace una demostración de cómo respirar y, enseguida, caminar. Los niños lo hacen con toda atención sin salirse de la raya, un pie delante del otro, y, por lo tanto, caminando lentamente. Se dan varias vueltas en silencio, en ambas direcciones de la raya. Aquí esperamos que los niños estén atentos y sin pensar. Enseguida les ofrecemos objetos que llevarán en ambas manos, tales como pequeñas banderas, campanas, cojines rellenos de semillas que se ponen sobre la cabeza, vasos con agua, objetos varios, etcétera. Se continúa caminando siempre sin pensar, con atención y en silencio.
7.- Comer con plena consciencia, utilizando una mandarina
A continuación, presentamos una actividad de Thích Nhất Hạnh, la cual ayuda a los niños a ir desarrollando la habilidad de estar atentos a lo que sus sentidos les presentan momento a momento. Es un ejercicio relacionado al acto de comer; podemos usar cualquier alimento: pasitas, naranjas, chocolates, etcétera. Se recomienda para niños más grandes.
Cada alumno necesita un plato y una toallita húmeda, que usará para limpiarse antes y después de comer una mandarina. Hay que ir llevando a los niños con instrucciones. Primero se les pide que observen la mandarina como si nunca la hubieran visto; que miren su color, textura, forma y reflejos, las variaciones entre un lado y otro; asimismo, que observen reacciones de sus propios cuerpos, tales como anticipación, salivación, aversión. Enseguida se les pide oler la mandarina; ¿en qué lugar se percibe el aroma: nariz, paladar, garganta, etcétera? Luego se les pide pelar la mandarina y observar las sensaciones al pelarla.
Mientras la pelan, la mandarina se acerca al oído para escuchar el sonido que produce. Poner un gajo sobre la lengua y tratar de no masticarlo ni tragarlo. Observar la reacción en la boca: salivación, impulso de morder. Mover el gajo dentro de la boca, sentir la textura; morderlo un poco, percibir el sabor; masticar y tragar. Poner toda la atención en cada acto. Quedarse sentados, respirar, experimentar el sabor que queda en la boca; observar el impulso de comer otros gajos. Comer el resto de la mandarina. Quedarse sentados y continuar en silencio. Insistir con los niños en comer con consciencia plena.
Thích Nhất Hạnh nos dice que cualquier comida es un regalo del universo, ya que necesitó tierra, cielo, lluvia y sol, y nos motiva a dar gracias a todas las personas que hicieron posible que el alimento llegara a nuestras bocas.
Cada día es nuevo. Tiene el frescor del momento presente. No perdamos la alegría de vivirlo practicando con atención continua, dándonos a nosotros y a los niños el mejor regalo: una mente clara y estable.