Laura es conocida por la Comunidad DIA como una gran líder educativa. Es, además, una persona entrañable y cálida, flexible, con un sentido del humor envidiable y una apertura para escuchar que facilita nuestra plática. Una plática que comienza como suelen empezar las entrevistas.
Creció en una familia dedicada a la infancia: su padre era pediatra y ella y sus tres hermanas egresaron de la Escuela Nacional de Educadoras. Desde entonces y hasta hoy, su vocación y práctica docentes han cumplido 52 años de experiencias, 24 de ellos aplicando los diferentes programas dia.
“Salí de la universidad con 18 años para trabajar en un jardín de niños en una colonia que apenas empezaba a formarse, la colonia Espartaco, y fue una experiencia maravillosa, aunque he de decir que a esa edad éramos unas inexpertas, y si volviera a ver a alguna de esas inocentes criaturas, hasta perdón les pediría”.
Su camino siguió en una escuela privada, y fue una de las fundadoras del Centro Educativo Albatros, donde se capacitaban a otros maestros. Después, ya con algunos años de experiencia y embarazada de su primera hija, se le ofreció dirigir el Centro de Desarrollo Infantil de la Cámara de Diputados.
“Ese ha sido uno de los trabajos donde más feliz he estado, en parte por poder relacionarme con niños y papás recién desempacados, ávidos de hacer un buen papel. De ahí, unas amigas y yo fundamos el Centro Educativo EXEA, donde estuve 30 años como directora del jardín de niños y donde me encargaba del desarrollo humano y la parte formativa de los pequeños. Por esta razón, siempre andaba en la búsqueda de herramientas que complementaran el aprendizaje. La educación siempre ha tenido una tendencia muy marcada de educar en el saber y cubrir el área académica cognitiva, yo sentía que en ese sentido existía un hueco y una necesidad de acercar a los niños herramientas de autoconocimiento y manejo de emociones”.
Esa búsqueda la llevó al Museo Nacional de Arte de México (MUNAL), donde Claudia Madrazo presentaba, con diapositivas de carrusel, la metodología dia y llevaba a cabo una sesión.
“La experiencia me tocó algo muy profundo, toda mi búsqueda cobró sentido y al salir me quedé absorta en mis pensamientos, caminando por las calles del centro de la Ciudad de México. No me acordaba si había llevado coche o si me había ido en metro, pero inmediatamente después de la presentación, me puse en contacto con La Vaca Independiente, y empezamos a aplicar los programas de entonces en el EXEA, para pronto darnos cuenta de que estábamos transformando los espacios. Empecé a ver cambios muy marcados en algunos maestros y, aunque a otros les costaba más trabajo, hubo un florecimiento notable en los niños. Hoy te puedo decir que tengo una red inmensa de exalumnos que hablan de los años dorados del colegio. Estoy segura de que lo que hicimos ahí, fue sembrar semillas de adultos que han elegido su vocación con libertad”.
Si bien en primaria era más complicado aplicar la metodología por la carga académica, no fue difícil llegar a la conclusión de que una clase dia era igual o más importante que una de matemáticas, que, lejos de perder el tiempo, se estaba ganando, porque se facilitaba el aprendizaje de los niños con una metodología sustentada teóricamente y aplicable a cualquier contexto.
“Creo que todos los involucrados en la enorme tarea educativa deben estar convencidos de propiciar estos espacios de aprendizaje, de propiciar que, entre los niños, los maestros y los papás se abra el diálogo y la reflexión, pues en estos espacios de diálogo es donde surge un verdadero sentido de comunidad e identidad”.
Desde que Laura fundó el colegio, tuvo la inquietud de acercarse a los papás, creyendo que era un compromiso trabajar con los adultos más cercanos a los niños, por lo que empezó a organizar seminarios y conferencias con muy poca respuesta. Ante esto, preguntó a la comunidad de padres qué era lo que necesitaban para sentirse más apoyados en su labor. La respuesta fue tener un espacio de diálogo y reflexión. Laura tenía la metodología perfecta, ya la estaba aplicando con los niños y los maestros, así que formó un grupo de padres para llevar a cabo una serie sesiones dia.
“De esas sesiones con los papás, salieron socios, compadres, amigos; y es que cuando abres ese tipo de espacios, las personas se vinculan profundamente. Mi idea era capacitar a los papás y que se hicieran pequeñas células, pero tuve un problema de salud familiar, uno de mis hijos se enfermó y paré todo. Cuando lo retomé, me acerqué a La Vaca Independiente para que vinieran a ver lo que estábamos haciendo, y Claudia Madrazo decidió convertirlo en el programa dia Padres, que nos llevó un año de investigación en 25 escuelas oficiales”.
Laura Hernández, mediadora del Instituto de Mediación Pedagógica
Hubo un momento en que en el colegio que Laura dirigía había un consejo de niños, un consejo de padres y uno de maestros, donde, por ejemplo, a través del mural Fin del recorrido, de Diego Rivera, dialogaban sobre las tareas escolares y se abrían espacios para conciliar la perspectiva de todos los involucrados.
Hace 8 años, Laura traspasó el colegio al que había dedicado su vida para meterse de lleno a dar cursos en el Instituto de Mediación Pedagógica. Además, es voluntaria de la Casa de la Amistad, una organización de asistencia a niños con cáncer donde da sesiones dia tanto a los padres como a los propios niños.
“Lo que más he aprendido, a través de la práctica, es la herramienta de la escucha, eso ha sido clave en mis relaciones laborales y personales. Las habilidades que se desarrollan a través de esta metodología crean vínculos más humanos y, en este momento histórico que nos tocó, esas habilidades son la vacuna que tenemos que poner a los niños. Si rescatamos la parte humana, vamos a tener adultos muy completos, gente reflexiva y con valores. Si los niños no pierden esa habilidad de contactar con su parte interna y aprenden a escucharse, conocerse y amarse, tendremos seres humanos conscientes y respetuosos. Creo que estas herramientas son la vacuna de la salud mental, y el Instituto de Mediación Pedagógica tiene esa vacuna que, a mí en lo personal, me ha respaldado y me ha transformado. Mi misión ahora es compartir mi experiencia y seguir trabajando para lograr comunidades de aprendizaje con fuertes vínculos humanos”.