
Enseñar exige saber escuchar.
A veces, el cambio comienza con una pausa. Con detenernos, mirar a nuestro alrededor y preguntarnos: ¿cómo estamos viviendo el aula? ¿Qué lugar tiene la voz del estudiante en nuestro día a día? ¿Cómo nos estamos acompañando, como docentes, en el reto de sostener la permanencia escolar en un contexto desafiante como el de la secundaria?
Estas y otras preguntas nos invitaron a la reflexión durante siete sesiones compartidas entre el equipo del Instituto DIA con la comunidad educativa de la Secundaria 0200 “Profr. Roberto Ruíz Llanos”, en San Cristóbal Ecatepec, Estado de México. A lo largo de estos encuentros en su Consejo Técnico Escolar, vivimos una experiencia profunda de diálogo, reflexión y transformación. Fue un espacio tejido con la disposición, la apertura y la calidez de los docentes de ambos turnos, quienes no solo asistieron con entusiasmo, sino que se dejaron acompañar y se permitieron acompañar entre ellas y ellos.
Este trayecto, articulado desde la mediación pedagógica, tuvo como propósito fortalecer la permanencia escolar desde una mirada integral: desarrollando habilidades socioemocionales en estudiantes, acompañando a los docentes y directivos en la creación de ambientes escolares más positivos y, más adelante, en el siguiente ciclo escolar, invitando también a las familias a ser parte de la experiencia de la mediación pedagógica .
Un trayecto compartido: arte, emoción y mediación
Cada docente recibió una carpeta y un libro que no eran simples materiales, sino puertas para explorar nuevas formas de mirar su práctica y resignificar su relación con los estudiantes. Las sesiones, construidas con vehículos de aprendizaje diversos, nos invitaron a transitar el arte, la escritura, el cuerpo y el diálogo como caminos para conectar con lo esencial: el ser humano que habita la escuela.
Los testimonios que surgieron a lo largo de este trayecto dan cuenta de reflexiones poderosas:
“Me llevo el aprendizaje a través del arte, y recordar y reconocer mi rol como estudiante para generar empatía con mis estudiantes. Identificar mis emociones para gestionarlas apropiadamente”.
“Aprendí que mis temores, inseguridades y frustraciones en la práctica docente no son ajenas a las de mis compañeros. Aprendí a tomar conciencia y acción de mi autocuidado”.
“[La mediación pedagógica] es una herramienta que permite un diálogo orientado y fortalecido. Promueve un aprendizaje donde se ponen en juego todos los sentidos, y las funciones neuronales conectan con recuerdos, pero también promueven experiencias significativas”.
Más allá de la técnica: vínculo, sentido y comunidad
Estos aprendizajes no surgieron de una receta técnica o una fórmula cerrada, sino de un proceso vivo de mediación que propició pausas intencionadas, escucha profunda y colaboración entre pares. Fue revelador observar cómo, al poner en práctica sus planeaciones en el aula, algunos docentes enfrentaron dudas o resistencias, pero aún así se permitieron avanzar, probar, ajustar y, sobre todo, escuchar a sus estudiantes.
Uno de los aprendizajes más valiosos fue comprender que la motivación y la organización no son tareas menores, sino pilares fundamentales para sostener cualquier proceso educativo:
“Establecer y respetar la organización de las actividades y de los tiempos, me puede asegurar un mejor resultado. La motivación es un elemento esencial en todo docente o guía”.
“Me llevo la importancia de la retroalimentación, la regulación de emociones y la gestión del tiempo”.
No podemos hablar de permanencia escolar sin hablar de vínculo, de sentido, de bienestar. Esta experiencia nos recordó que cada docente que se reconoce vulnerable, que nombra sus miedos y se permite transformarlos en acción, está ya sembrando algo diferente en su aula. Nos recordó que, como bien lo dijo una de las personas asistentes: “Siempre hay alternativas para desarrollar mi trabajo”.
Quizás ese sea uno de los regalos más importantes de este proceso: devolverle al acto de educar su cualidad de experiencia humana, creativa y compartida. Recordarnos que el ámbito emocional no es un contenido más, sino un aprendizaje permanente. Que cerrar cada sesión con un momento de reflexión permite darle sentido al camino recorrido, y que abrir el aula al diálogo y a la escucha transforma no solo al estudiante, sino también a quien guía.
Desde el equipo de Instituto DIA, nos llevamos también un profundo agradecimiento al director Arturo Varela, gran líder de la Secundaria 0200 que nos ha permitido acercar la mediación a su colectivo docente; a los docentes, que nos abrieron la puerta a sus aulas y a sus procesos, y quienes, incluso entre retos, eligieron creer en el poder de una pausa. Porque cuando la escuela se convierte en un espacio donde cada voz importa, la permanencia escolar deja de ser un desafío aislado y se convierte en un compromiso colectivo.
Seguimos caminando con la convicción de que esto fue solo el inicio de algo más grande, que podrá crecer en el próximo ciclo escolar y, si así lo eligen, acompañar la labor docente de quienes deseen seguir cultivando la mediación en sus aulas y encuentros educativos.