Un agricultor conoce su tierra y por lo tanto discierne lo que necesita: la cultiva, le esparce semillas, la trabaja y la procura hasta que den fruto. Así es Gerardo Figueroa con sus estudiantes: un labrador de conocimiento y conciencia.
Desde que inició su camino como docente, decidió que no quería ser reconocido como un maestro que “explicaba cosas”, sino como alguien que impactara emocionalmente en la vida de cada alumno. Y eso es lo que ha estado haciendo.
Luego de concluir la carrera de Psicología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Gerardo se vio interesado en el área educativa, por lo que se incorporó a las filas de Enseña por México en 2016 y en 2018 se graduó como alumni profesional de la organización. Su primer año de formación como docente se desarrolló en primarias comunitarias de Hidalgo. Luego, en su segundo año, trabajó en telesecundarias de la Sierra de Puebla y, para su tercer año, concluyó en una secundaria técnica del Estado de México.
Durante su capacitación, conoció a La Vaca Independiente, ahora Instituto de Mediación Pedagógica, en donde pudo completar el Diplomado de Introducción a la mediación. Esto le dio la oportunidad de practicar la metodología dia con niños y padres de familia. Por ejemplo, Gerardo nos compartió un caso especial que vivió con un grupo de madres que enfrentaban problemas entre ellas, una situación que además comenzaba a reflejarse en el comportamiento de los hijos, por lo que decidió invitar a las mamás a una sesión de mediación dia.
Aunque pareciera un caso complejo, Gerardo nos compartió que, gracias a la mediación, pudo conducir una sesión muy enriquecedora con las madres, quienes además fueron muy colaborativas y tuvieron la confianza de expresar su sentir. Esta es una de las principales cualidades que Gerardo encuentra en la mediación:
“Me gusta la metodología dia porque es una manera interesante de conocer los sentimientos y pensamientos de las personas. A través del vehículo de mediación, las personas se sienten en confianza para expresar qué piensan y qué sienten, sin sentirse juzgadas. Son espacios seguros en donde los participantes pueden trabajar cuestiones no solamente académicas, sino también personales y emocionales. Es un proceso tan natural que incluso puedes sanar algunas cosas”, señaló Gerardo.
Frutos que germinan
En la Secundaria Técnica 25 Sor Juana Inés de la Cruz, ubicada en Tultitlán, Estado de México, se aprecian árboles que germinan… son los estudiantes de Gerardo Figueroa que han adoptado un fruto valioso: el amor a la lectura.
Pero vayamos por partes. Primero, es importante destacar que la escuela está en una de las zonas más peligrosas del Estado de México, y que incluso el colegio ha sido víctima de robo en dos ocasiones y de vandalismo en otra, pero a pesar de eso Gerardo nos habla desde una voluntad de resiliencia:
“Los chicos tienen tan normalizada la violencia que quieren vivir de eso; sin embargo, nosotros tenemos el arte, los vehículos de mediación, así que realicé varias sesiones dia con los chicos porque además yo daba la materia de ética, la cual se prestaba bastante para poder llegar a distintos temas con ellos”.
Gerardo también llevaba la materia de Español, por lo que decidió implementar un club de lectura con sus alumnos. Cada viernes se reunían para leer un nuevo capítulo del libro Persona normal (2011), de Benito Taibo. Este libro, según nos explicó Gerardo, trata de un joven de 12 años que se queda huérfano y se va a vivir con su tío, un familiar peculiar a quien le gusta leer, viajar y quien además le enseña al niño diversas cuestiones emocionales.
“Siento que este libro, para su edad, es como una manera indirecta de acompañarlos emocionalmente. Aunque no era una sesión dia, yo utilizaba el libro como objeto de mediación para trabajar muchas cuestiones, así que íbamos leyendo, hacíamos algunas preguntas, otros contaban sus experiencias y demás”, nos explicó Gerardo.
El club de lectura tuvo tanto poder que incluso Gerardo motivó a los estudiantes para que le escribieran una carta al autor, de tal forma que terminaron invitándolo a la escuela. Pero aunque el autor respondió, lamentablemente se atravesó la pandemia y todo el plan tuvo que ser suspendido.
A pesar de eso, Gerardo pudo consolidar otro logro importante con una de sus alumnas, a quien motivó a participar en el concurso de cuento infantil y juvenil Decamerón 2020, organizado por La Vaca Independiente en colaboración con la Biblioteca Infantil BS y la Fundación Alfredo Harp Helú a inicios de la pandemia.
“Compartí la convocatoria con dos de mis alumnos porque habían sido los estudiantes que yo había perfilado que podían tener más potencial para entrar al concurso y ganarlo, yo me ofrecí a tutorarlos para que ellos pudieran retroalimentar sus cuentos, pero sus textos fueron escritos 100% por ellos, digamos que solo fui un corrector de estilo”, aclaró Gerardo.
Para alegría de todos, Pamela Vergara, de 13 años, una de las alumnas participantes de Gerardo, triunfó y ahora su cuento titulado “La princesa de mezclilla” es uno de los 100 cuentos Ganadores del concurso Literario para niñas, niños y jóvenes mexicanos. Decamerón 2020.
Pudimos conversar con Pamela, quien nos compartió qué la inspiró a contar una historia como la suya:
“Cuando inició el concurso ya estábamos en la pandemia, pero más allá de hablar sobre el encierro quise abarcar un tema que nosotros como jóvenes estamos viviendo y darle vida a una persona que tuviera gustos diferentes a la mayoría, sin que eso determinara su identidad o su preferencia sexual. Me gusta que la protagonista de mi cuento, a pesar de todo lo que vive, logra salir adelante siendo ella misma. Cuando supe que había ganado sentí felicidad al saber que otras personas podrían leer la historia de Lu”.
Pamela está contenta de compartir el crédito con otros niños de diferentes edades y ciudades, le parece interesante conocer los distintos mundos que otros han imaginado, y asegura que la escritura es una actividad que la va a acompañar siempre:
“Voy a seguir escribiendo porque es algo que me gusta, con lo que me identifico y con lo que me siento tranquila. Me gusta escribir porque podemos poner el mundo al revés y nadie te va a juzgar por hacerlo. Tal vez vemos el cielo azul pero en una historia puede ser verde, incluso podemos cambiar la perspectiva de algo, en una historia podemos cambiarlo todo y eso va a estar bien”, confesó Pamela.
Aunque actualmente Gerardo ya no trabaja en la misma secundaria, él reconoce que la semilla de la lectura y la escritura germinó en sus estudiantes:
“Lo más importante es buscar maneras efectivas de ‘venderles’ la lectura, a veces los libros académicos no ayudan, como el Quijote o el poema del Mio Cid, porque son textos con los que ellos no pueden identificarse. Para empezar, probablemente ni yo los entienda. Entonces, el punto es buscar lecturas que sean atractivas para ellos, que se acerquen a sus vivencias, a las edades que tienen y eso les va a provocar algo; incluso nos pasó varias veces que estábamos leyendo el libro y sabíamos que no nos iba a dar tiempo de seguir con la historia, así que en la clase siguiente, algunos de ellos me decían ‘profe, no me pude aguantar y me aventé el otro capítulo’. Ese tipo de satisfacciones me hacían sentir muy emocionado, o cuando de repente había un estudiante que me daba su participación, que comentaba, o se reía de lo que el libro decía, era como dejar esa pequeña semillita. Además, los estudiantes, al terminar de leer un libro, probablemente quieran leer otro porque ya saben que son capaces de hacerlo”.
Ahora terminó el tiempo de la siembra y llegó el de la cosecha, Gerardo puede apreciar los frutos de enseñar a sus alumnos que la lectura y la escritura son un placer y no un deber.