Cuando hablamos, la palabra presente puede resultar engañosa, porque siempre estamos presentes, pero a veces no sabemos lo que está sucediendo; por ejemplo, en el momento que los maestros pasan lista a sus alumnos, ellos, al escuchar su nombre, dicen “presente”. Podemos entender que sus cuerpos están presentes, pero es muy probable que la mente de varios de ellos se encuentre en otro lado. Solo estamos plenamente presentes cuando sabemos lo que está ocurriendo en cada instante.

En el tiempo que estamos totalmente inmersos en cada momento, cualquier cosa que hacemos indudablemente nos sale mejor. Cuando miramos a un futbolista a punto de meter un gol, a una gimnasta artística en la barra o a un violinista ejecutar una sonata, por citar algunos ejemplos, al estar ellos haciendo su respectiva actividad, podemos imaginar que no están pensando, ya que, seguramente, están atentos al momento y, por ello, realizan un trabajo impecable. Sabemos que todo lo lograron con un trabajo continuo y de excelencia. Muchas personas son nuestra inspiración porque ellas han logrado permanecer casi constantemente en esta consciencia plena.

Las personas que trabajan en medicina y neurociencia han descubierto que los individuos que practican con intención y lo realizan diariamente, obtienen una habilidad esencial para la vida, que tendrá un efecto significativo en la mente y el cuerpo. Cuántas veces hemos pensado en enfermedades o desgracias en nosotros y en nuestros seres queridos que nunca sucedieron, pero que en su momento nos causaron dolor y sufrimiento. Se sabe que los estados mentales positivos favorecen nuestra salud, de allí que conocer qué nos está ocurriendo nos ayuda a manejar mejor las emociones, sin permitir que se intensifiquen ni afecten nuestro bienestar.

La práctica de la presencia plena mejora nuestra consciencia interpersonal: practicar con frecuencia nos lleva a conocer qué pensamos, qué emociones tenemos y qué acciones realizamos. Todo ello nos ayuda a descubrirnos y apreciarnos, ya que reconocemos nuestra personalidad y entendemos que somos seres humanos; sabemos que cualquier equivocación que cometimos, con nosotros o con los demás, fue causada por el nivel de consciencia con el que contábamos en ese entonces. En cuanto a la relación con los demás, vamos creando una disciplina interna que nos ayuda al autocontrol y a la paciencia. Todo esto contribuye a que seamos más tolerantes y respetuosos. Cuando escuchamos al otro con concentración, comprendemos sus necesidades, alegrías y sufrimientos, hacemos de la escucha un arte y se manifiesta la verdadera empatía. 

Otros efectos positivos que notamos con la presencia plena, son que estamos más tranquilos y concentrados, cometemos menos errores y mejoramos nuestro estado de ánimo; reducimos el estrés, la ansiedad y la agresión, y, en contraparte, surge la paz, la confianza y la alegría. El prestar atención al momento es una herramienta muy poderosa que despierta en nosotros la paz interior, la cual se extiende al mundo que nos rodea. Reflexionar y practicar estos puntos nos llevará indudablemente a la felicidad para nosotros, para los niños y para todos los seres con quienes convivimos.